El núcleo fuerte de la Unión Europea está representado por la eurozona. La adopción de una moneda única en 1999 se volvió esencial para el funcionamiento del mercado común y para la implementación de políticas financieras. Sin embargo, no todos los estados de la UE han adoptado la nueva moneda.
Dinamarca optó por mantener su propia moneda. Gran Bretaña hizo lo mismo cuando era miembro de la unión. Suecia también optó, mediante referéndum, por no adoptar la moneda europea, pero las discusiones no han terminado definitivamente.
Otros países no cumplen los muy estrictos criterios de convergencia, que regulan la inflación, la deuda pública, las emisiones monetarias y elementos esenciales de la política financiera. Por estas razones, muchos de los antiguos estados comunistas no pudieron o no quisieron abandonar las antiguas monedas. Entre los países del Este, sólo Eslovaquia, Eslovenia y Croacia han dado el paso al euro. En 2025 se les sumará Bulgaria, que ya cumple todos los criterios. Además, su moneda, el Leva, ya está vinculada al tipo de cambio europeo.
Rumania debería hacer la transición al euro en 2029, pero el objetivo es muy difícil de alcanzar. Además, Bucarest, sin asumirlo públicamente, considera que la deuda pública de Rumanía es pequeña en comparación con otros Estados europeos y quiere mantener un nivel de déficit elevado, el doble que el de la zona euro, para financiar los gastos corrientes y los programas sociales. . Esto significaría el aplazamiento indefinido de la transición al euro. Sin embargo, los elevados tipos de interés a los que se endeuda el Estado rumano significan que una parte importante del déficit se destina directamente al pago o refinanciación de intereses.
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